El Paisaje como Sinfonía de Colores y Silencios
Mirar un paisaje pintado me despierta la misma emoción que escuchar una sinfonía. Los árboles se convierten en violonchelos graves, los cielos en violines agudos, las montañas en trombones solemnes. Todo está en su sitio, como si el pintor hubiera dirigido una orquesta de la naturaleza.
Lo hermoso del paisaje en el arte es que nunca suena igual. Un mismo cuadro, visto en diferentes momentos de mi vida, me canta melodías distintas. Hoy puede sonar alegre, mañana melancólico, y en un día de tormenta, solemne y profundo.
El paisaje pintado es inmóvil, pero en el alma vibra como una obra interminable. Los colores son acordes, las sombras silencios, y los caminos abiertos en la tela son melodías que nos invitan a caminar con los ojos.
Cada paisaje es una sinfonía de colores y silencios, y como toda gran obra, nunca se agota en una sola escucha.
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