El Retrato como Partitura del Alma
Observar un retrato es como escuchar una pieza musical íntima, de esas que no necesitan grandes orquestas para conmover. Un rostro pintado encierra un universo sonoro en su silencio. La mirada se convierte en un acorde mayor, la sonrisa tímida en un arpegio, la tristeza velada en un vibrato que se expande en el corazón del observador.
Cuando un pintor traza los ojos de su modelo, siento que lo hace como un músico que escribe una nota larga, sostenida, que atraviesa el tiempo. Los retratos antiguos, por ejemplo, aún me cantan melodías lejanas, voces que se negaron a morir porque quedaron grabadas en óleo y lienzo.
No puedo evitar pensar que cada retrato es una partitura: algunas son sinfonías de orgullo, otras son canciones de cuna, y unas pocas son lamentos profundos. Pero todas, absolutamente todas, llevan una melodía del alma.
Leave a Reply